Conspiración arcoíris
Recuerdo vagamente que, cuando iba a la guardería y a infantil, la esforzada señorita que trataba de desasnarnos nos enseñaba el abecedario con la misma perseverancia que un independentista recién indultado. Ingenuo de mí, no sabía que se trataba de una agente pro gay que corrompía nuestras inocentes mentes enseñándonos subversivas letras como la L, la G, la T, la B, o la I; menos mal que el Gobierno húngaro me ha abierto los ojos.
Nos enseñó, del mismo modo, los números, así que creo que, también, era activista pornógrafa cuando llegamos al 6 y luego al 9. Y una instructora de terroristas, porque nos enseñó a usar la plastilina, evidente entrenamiento para la Goma-2. Ya ves, con la pinta de sosa monjil que tenía. Aunque por suerte en aquella época era mal estudiante y no aprendí demasiado.
Ahora, sospecho que soy de los rancios que piensa que una carroza no representa a todos los que les gustan los de su mismo sexo, y soy de los progres libertinos que no miran dos veces cuando veo a dos chicas cogidas de la mano.
No ser de una acera ni de la otra provoca muchos problemas, pero más problemas les provoca a los de la otra acera, porque aunque vayamos de modernos y de profetas de la sexualidad liquida y fluida, mientras tengamos que poner un plus para entender ciertos aspectos, no todo será normal.
Imagino que todos queremos un mundo en el que no haga falta un Día del Orgullo LGTBIQ+ y demás letras del alfabeto. Igual que ojalá no hiciera falta un Día de la Mujer, o un Día del Trabajo, o un Día de los Refugiados. Estos “días” son armas que buscan triunfar para extinguirse.
Todo esto lo cuento, porque hace un par de semanas me crucé con la profesora e imaginé que continúa aleccionando a sus párvulos con perversiones como el abecedario, los números, la plastilina y la tolerancia. Y supuse que habrá quien piense que la conspiración para convertir el maravilloso y amenazado mundo heterosexual en una orgia de banderas arcoíris sigue adelante. Paranoicos que, intuyo, tendrán un póster de Orbán o de Putin, en plan quinceañeras, en la puerta de su habitación. Con gente así estamos perdidos.