Asientos vacíos.

La Navidad está llena de huecos. Nuestras Nochebuenas van teniendo cada vez más asientos vacíos; ausencias permanentes o provisionales, buscadas o encontradas. Cada Navidad, esa lista se va haciendo más larga. Nuestro presente se va llenando de presentes que ya son pasado. Pero eso no debe impedir que disfrutemos de las fechas más importantes del año, porque, precisamente, nos reunimos para celebrar un nacimiento, para celebrar la vida.

Esas bajas en la alineación se llenan con los recuerdos vividos, con lo que nos enseñaron, con la anécdota que siempre contaban, el villancico que cantaban o con del dulce que siempre acaparaban. Recordemos esa caricia con la mirada que nos dirigían desde la cabecera de la mesa; esa mano tierna y arrugada que agarraba la nuestra mientras nos daba el aguinaldo; escuchemos la risa socarrona cuando alguien se pasaba con el cava. Sonriamos con los que ya no están y llenemos los asientos vacíos celebrando su vida y la nuestra. 




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